Estamos participando en una
campaña electoral relámpago para elegir al reemplazante del finado presidente.
El oficialismo, habituado al ventajismo electoral, llevará al extremo todas sus
prácticas abusivas en este tipo de eventos para alcanzar el triunfo: empleará
todos los recursos financieros y logísticos del gobierno; tratará de
aterrorizar a la gente, especialmente la de oposición; tendrá a su servicio al
CNE, el TSJ y a los mandos superiores de la FA, y cometerá fraude en aquellos centros
electorales en donde las fuerzas democráticas se queden sin representantes. En
semejantes condiciones, la oposición democrática está obligada a optimizar el
tiempo disponible y los escasos recursos de los que dispone; no puede darse el
lujo de caer en preciosismos organizativos; debe proceder con audacia política
y con agudo del momento que estamos viviendo: escoger bien el blanco y no errar
el tiro.
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