lunes, 1 de abril de 2013

El Abuso (II)

(Original de Carenne Ludeña)

3.- El voto es secreto: no puede saberse quién emitió un voto determinado a partir de la secuencia de las captahuellas o, si a eso vamos, por procedimiento alguno. La verificación exhaustiva del software, del hardware y los mecanismos de seguridad del software  así lo aseguran. Lo que existe es la percepción cultivada y alimentada por el oficialismo de que esto es así. Para ello se lleva a cabo una campaña cuidadosamente diseñada en las oficinas públicas, en los mecanismos de asignación y renovación de becas, ayudas, viviendas y puestos de trabajo pero también entre proveedores y contratistas del gobierno. De manera descarada. Salvando la encomiable  campaña “el voto es secreto”, éste ha sido posiblemente uno de los puntos más débiles de la oposición.
4.- Uso abusivo de medios: es así y no es imaginable que tengamos el poder de cambiar esta situación antes del 14 de abril. Sin embargo, el panorama es radicalmente diferente al de una elección normal. Capriles hace menos de 6 meses estuvo en campaña por todo el país y fruto de su esfuerzo logró 6 millones 500 mil votos. La primera gran pregunta es entonces si la campaña que pueda llevar a cabo  Maduro, con el ya señalado abuso de poder, puede cambiar la intención de voto de esos electores. La respuesta es, probablemente no. Lo que puede cambiar ese número sin embargo, es que los electores, desilusionados o asqueados decidan no ir a votar.  La segunda gran pregunta es si Maduro, usando de manera abusiva medios y recursos puede obtener todos los electores del Fallecido. De nuevo, la respuesta es probablemente no. Lo que hará no salir a votar a un número no despreciable de electores será entonces el miedo. Miedo a que se pueda saber el origen del voto (y, en consecuencia perder trabajo, vivienda, becas, ayudas o contratos), miedo a que el proceso es viciado, pero también, más recientemente, ha surgido un nuevo miedo: la idea de que la difícil situación económica y política del país hará al país ingobernable para cualquiera  que no sea del oficialismo y que, por lo tanto, para la tranquilidad de la patria, o en algunas versiones para que sea el oficialismo quién pague los platos rotos, es necesario perder.  Sorprendentemente,  todos estos miedos son  alimentados por sectores de la propia oposición.
Pareciera entonces que el futuro de los resultados de estas elecciones está mucho más en las manos de la oposición de lo que se piensa: cada voto no emitido, cada voto de abstención por protesta, por asco o por cansancio es un voto para Maduro. Pasar esta idea no requiere costosas campañas, requiere activar redes. Por otro lado, cada segundo pasado en discutir si el voto debe ser manual o si se debe contar el 100% de las mesas en la verificación ciudadana, es un segundo perdido para el mayor desafío de este proceso que es vencer el miedo y las presiones sobre los electores más vulnerables, que a final de cuentas, más allá de concentraciones obligadas, o listas de 10 electores suministradas bajo presión, se resuelve siempre en solitario, frente a la pantalla. Nosotros, como oposición estamos en la obligación de dedicar hasta nuestro último esfuerzo a mostrar que en este final solitario no hay presión posible pues el voto es secreto. Finalmente, no hay argumento que justifique la conveniencia de seguir por esta ruta cada vez más primitiva y destructiva. En el peor de los casos, un gobierno de Maduro logrado por un estrecho margen no puede sino beneficiar a los que no estamos de acuerdo con sus prácticas totalitarias.
Creo que podemos ganar, pero esto requiere no confundir el pivote, allí donde hay que aplicar la energía. Maduro intentará convencernos de que el abuso y la intimidación son iguales a votos. A nosotros nos toca mostrar que no.

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